En 1936, pocas semanas antes del inicio de la guerra civil española, el militante anarcocomunista Daniel Guerin publicó el libro “Fascismo y gran capital”, uno de los primeros documentos que señalan la existencia de un complejo militar industrial que tenía un papel central en los intereses políticos y económicos para imponer guerras dentro de Europa y en el sur global.
Desde entonces dicha industria ha evolucionado en desarrollos tecnológicos inconmensurables destinados a matar al otro no sólo más rápido, no sólo en mayor cantidad sino principalmente desde más distancia, a la vez que ha tenido una enorme expansión territorial y económica mediante la continuación y el reforzamiento del imperialismo mediante invasiones militares y el control de territorios y población del sur global.
El complejo militar industrial ha tenido un papel crucial en los últimos 90 años pero la invisibilidad le otorga una absoluta impunidad a aquellas personas responsables que lucran mediante esta industria.
El monopolio no se ha construido sólo en términos económicos e industriales sino también en términos políticos. Reforzar una narrativa que crea un monopolio de la violencia ha sido crucial para sostener una industria bélica, un monopolio en el que los estados del norte global tienen el poder jurídico y político absoluto para usar herramientas industrializadas para imponer la violencia y la muerte sobre la población del sur global, que no solo no tiene la tecnología para defenderse, sino que no está legitimada política y legalmente para hacerlo, situación que también ha sido reforzada por las llamadas narrativas “pacifistas” que aplanan y equiparan como supuestamente iguales las resistencias antiimperialistas con aquella violencia del poder colonial y el complejo militar industrial.
El proyecto “Tiro al blanco” se presenta como un clásico juego para disparo al objetivo que encontramos en las ferias pero en el que los objetivos a disparar son figuras que representan al complejo militar industrial; el logo de Elbit, los misiles de Raytheon, las bombas de Lockheed Martin, los tanques de Israel, las armas de Estados Unidos. Una tras otra, estas representaciones aparecen frente al público que será invitado a activar la pieza y tener un premio si aciertan y derriban a quienes por demasiado tiempo han estado de pie para imponer su poder.
Los premios entregados al público representan desde un grupo de militantes anti-immperialistas realizados en títeres de lana, una bolsa de soldados con PTSD, hasta juguetes de madera que reivindican a figuras de las resistencias anticoloniales como